La
música raï es para Argelia, lo que el reggae
para Jamaica. Y así como de la mano de Bob Marley la música
rastafari trascendió la isla caribeña para hacerse internacional
en los ‘70, una camada de jóvenes músicos magrebíes
están internacionalizando este ritmo típico del África
septentrional desde hace varios años.
Nacido por el 1900 en el puerto de Orán, el raï ha sido siempre
centro de controversias. Viene de la palabra ra’yy, que significa
“opinión”, y es una modernización de la música
folklórica amazigh, beréberes de Argelia y Marruecos. Hasta
los años ’60, fue música de cabarets de poca reputación,
y se fue nutriendo del continuo tráfico que la ciudad portuaria tenía.
En las décadas del ’60 y ’70 se modernizó y popularizó
en todo el país, a pesar de que siempre sufrió persecuciones
y proscripciones. No fue del agrado ni de las autoridades coloniales francesas,
ni de las sucesivos gobiernos nacionales desde la independencia, en 1962.
De hecho, estuvo prohibida su difusión en radio hasta 1985.
Durante
los 90 Argelia volvió a bañarse en sangre por la división
entre la dictadura militar y el Frente Islámico de Salvación,
proscripto desde que ganara las elecciones en 1992 por amplia mayoría.
En un clima de violencia generalizada, muchos músicos de raï fueron
asesinados.
Fue
entonces que muchos talentos nacidos en Orán, la cuna del raï,
encontraron en el exilio una vía no sólo para sobrevivir, sino
también para darle al género una nueva dimensión, fusionándola
con ritmos occidentales. De esta nueva camada, el podio en cuanto a originalidad
y popularidad lo ocupan Khaled, Rachid Taha y Faudel.
En
1992 Khaled (nacido en Orán en 1960) grabó en Los Ángeles
su disco homónimo, que lo catapultó al éxito internacional
de la mano del productor Don Was, que le dio un toque soul y funk a los tradicionales
sonidos argelinos. Conocido en sus inicios como Cheb Khaled, fue el que abrió
el camino a los demás, gracias a su enorme éxito en Francia.
Rachid
Taha (Orán, 1958) eligió París como primer destino,
e incluyó al rock, el punk y el dance entre los nuevos ingredientes.
De los tres, fue el que se mantuvo más fiel al espíritu alternativo.
Faudel (1978), en cambio, pertenece a una nueva generación de cantantes ya
nacidos en Francia, y que ha optado por un rumbo más comercial (con
malos pasos incluidos últimamente, como apoyar abiertamente a Sarkozy y cantar para el candidato de derecha en la campaña que lo llevó
a la presidencia de Francia este año).
Si
tenemos que elegir en un solo disco la síntesis de esta apasionante
historia, que mezcla tradición con modernidad y resume la trágica
(pero al final sobreviviente) vida del raï argelino, es sin dudas 1,
2, 3 soleils. La grabación registra una reunión histórica
de estos tres iconos del raï moderno, en un concierto que tuvo lugar
en Bercy (Francia) en 1999.
Ya
sea en su versión doble (dos CD’s, 23 temas en total) o simple
(13 de los mejores momentos), este disco es un imprescindible corolario de
un género que con la reunión de sus hijos predilectos, encontró
una nueva vida tras las fronteras argelinas.
Un
generoso laboratorio de experimentación en vivo, que con los cinco
primeros minutos instrumentales nos mete de lleno en la tradición magrebí,
para luego recuperar en cada canción, una parte de la fragmentada y
accidentada historia del raï.
Las
tres voces se unen en la tensionante “Yal Menfi”, y el dramatismo
que se alcanza solo es comparable con el profundo lamento de Khaled en “Wahrane
Wahrane”. Sólo con estos dos temas, se puede oír un poco
del innecesario sufrimiento que atraviesa a Argelia desde hace más
de un siglo.
Pero
no todo es dolor en este recorrido. Merecidos momentos de optimismo aparecen
con “Eray” (Faudel, secundado por Khaled), y hasta de relax estilo
soul con la inigualable “N'Ssi N'Ssi”, donde Khaled demuestra
que su a paso por Estados Unidos se trajo en la valija de sonidos una impecable
sección de vientos y un groove envidiable. Rachid Taha se destaca por
su energía y espíritu rocker, con la enérgica “Ida”
y llevando el comando en la misteriosa “Ya Rayah”. Cuando
se vuelven a juntar los tres, brindan versiones de colección de “Chebba”,
“Abdel Kader” o la ya clásica “Didi”.
De
fondo, el público responde con gritos y ovaciones los continuos agradecimientos
(ya sean shukran o merci), y la emoción de revivir
una larga tradición para las nuevas generaciones llega incluso a quien
lo quiera escuchar hoy, en cualquier parte del mundo.